Kitchen by Banana Yoshimoto

Kitchen by Banana Yoshimoto

autor:Banana Yoshimoto
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Drama, relato
ISBN: 84-7223-3 86-3
editor: TUSQUETS EDITORES
publicado: 1988-09-11T04:00:00+00:00


Moonlight Shadow

Hitoshi llevaba un pequeño cascabel en la funda de la tarjeta del autobús y nunca se separaba de él.

Se lo había regalado yo, sin darle gran importancia, cuando todavía no éramos novios, y lo llevó consigo hasta el final.

Hitoshi y yo íbamos a clases diferentes y nos conocimos al organizar el viaje de segundo curso de bachillerato. Cada clase seguía un itinerario distinto, y por eso sólo hicimos juntos el viaje de ida en el Shinkansen[10]. Los dos lamentábamos separarnos, y nos despedimos entre bromas en el andén dándonos la mano. Entonces me acordé de que en el bolsillo del uniforme llevaba un cascabel que se le había caído a mi gato, y se lo ofrecí diciendo:

—Es un regalo de despedida.

Él dijo:

—¿Qué es esto? —y se rió, pero lo recogió delicadamente de la palma de mi mano y lo envolvió con cuidado en el pañuelo. Esta manera de actuar no era nada usual en un chico de su edad, y me sorprendió mucho.

El amor es así.

Quizá lo hizo porque, al habérselo regalado yo, era algo especial, o porque era un chico bien educado que no trataba las cosas de manera descuidada, pero sentí simpatía por él al instante.

Y el cascabel fue un puente hacia nuestros corazones. Durante todo el viaje en el que no pudimos estar juntos, los dos estuvimos pendientes del cascabel. Él, cada vez que sonaba, se acordaba de mí y del tiempo que habíamos pasado juntos; yo, bajo un cielo lejano, pensaba en el tintineo del cascabel y en quien lo tenía. Al volver, empezó un gran amor.

Luego, durante unos cuatro años, el cascabel pasó junto a nosotros todos los días y las noches, todos los acontecimientos. El primer beso, aquella gran pelea, el sol, la lluvia y la nieve, la primera noche, todas las risas y las lágrimas, la música que nos gustaba y la televisión… Estuvimos juntos, compartimos todo el tiempo, y cuando Hitoshi sacaba del bolsillo la funda que usaba como monedero, junto a su mano se oía un tintineo ligero y claro. No se separa de mi oído, es inolvidable, un sonido inolvidable.

Esta sensación, vista ahora, por más que pueda decirlo, es sentimentalismo de niña. Pero lo digo. Tenía esta sensación.

Sinceramente, me había extrañado siempre. Yo, a veces, a pesar de estar mirándolo fijamente, sentía que Hitoshi no estaba allí. Incluso cuando dormía, muchas veces no pude evitar mirar si le latía el corazón, no sé por qué. Cuando él sonreía y su cara brillaba deslumbrante, sin darme cuenta lo miraba con fijeza. La expresión de su rostro y su aspecto daban siempre la sensación de transparencia. Por ello, yo pensaba constantemente por qué tendría esta insegura sensación de fugacidad en el corazón; pero si eso era un presentimiento, ¿presagiaba algo muy angustioso?

Perder al ser amado ha sido la primera experiencia de la que yo llamo, a pesar de tener sólo veinte años, mi larga vida, y me ha hecho sufrir tanto que, a veces, pensaba que dejaría de respirar. Mi corazón,



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